lunes, 14 de enero de 2013

Una Perspectiva Diferente (Inocencia)





Nuestra historia comienza, como este tipo de historias usualmente lo hacen, con un hombre joven con grandes sueños para su vida. No es un hombre religioso, pero puedo decir que es un hombre bueno. No es un hombre que pertenezca a algún partido político, pero se puede decir que es una persona coherente y con convicciones. Dicen las personas adultas que es un tipo raro. Pero en fin, no es el fin de este escrito describirles como es, simplemente es recordarlo. Sí, recordarlo, porqué eventualmente, él se convirtió en parte esencial de mi vida y hoy ya no está aquí. Dentro de todo, se puede decir que teníamos un buen proyecto de vida. Sin embargo, de alguna manera, nuestra relación terminó algo violenta. Los esfuerzos de las personas involucradas, menos yo, parece que fue en vano. Es en este punto de la historia cuando aparecen las arañas. Personas sin conciencia y falta de juicio, que opinan e intervienen de observaciones someras hechas por los protagonistas. Al final, el resultado, el verdadero genio detrás de todo, es el miedo. El miedo se convirtió en la última herramienta para terminar una hermosa relación. El resto, como se suele decir, es historia. 

Todos recuerdan lo que ocurrió aquella noche, no sólo aquella noche, sino los últimos días, y lo que ha significado para nosotros. Pero yo siempre recordaré al hombre y lo que ha significado para mi. 

Los recuerdo discutir por la noche. La noche la recuerdo perfectamente, había luna llena en el cielo. Las estrellas tintineaban en el cielo abierto. El frío no existía, era un aire delicado. Estábamos sentados a la mesa, juntos, los tres, ellos estaban de frente. Trataban de llegar a un armisticio. Mi madre quería irse, él quería quedarse. Mi madre decía que era lo mejor, que así todos ganarían. Ganar, como si todo fuera un juego. Aunque en realidad no era una situación en la que simplemente se ganara o se perdiera. Era una cuestión de verdad, de comprensión, de amor, de respeto. No un simple juego. Era como solía decirme cuando me cargaba y caminábamos a la luz de la luna: «Algo más, algo menos, mi querido muchacho, las voces de los hombres son todas un engaño; sólo somos honestos cuando niños, y ya después en el sepulcro. En ese sentido, nunca dejes de ser un niño. Siempre se honesto contigo mismo, no con los demás. Si lo haces contigo, lo serás con lo demás». Era un tipo bastante hablador cuando quería. Algo más o algo menos me solía decir por las oscuras calles de la ciudad. 

Al final del día, él era el que finalmente se iría, aunque él quería quedarse, no había un lugar para él en aquel lugar que por algún momento se sintió como un hogar. Él saldría por la puerta. Lo seguí y le pregunté a dónde iba. Me dijo que se iba muy lejos. En el momento no lo creí. Pensé que sería una broma y que en verdad iba a trabajar. Recuerdo lo último que me dijo, era una repetición de algo que usualmente me decía, a decir verdad, creo que lo decía cada vez que podía: «Se buen niño, pórtate bien, y recuerda, siempre cree en ti mismo, de lo contrario nada será real». Después se dio la vuelta, y me dio la espalda. Camino despacio hasta la salida, y en la luz de la entrada que parpadeaba como en una película de terror, abrió la puerta y salió. Nunca más lo he vuelto a ver.

Simplemente nos había dicho la verdad. ¿Acaso eso era tan egoísta? Debió de resultarle difícil encaminarse hacia la puerta, y puedo apostar que estaba llorando, no quería irse. Nuestra integridad se vende por tan poco, pero eso, al final, es lo que realmente tenemos, lo que realmente somos. Es un pequeño espacio que nos hace libres, y que sino podemos encontrarlo, nos volvemos esclavos. 

...

Ahora, este soy yo. Aquí, a un lado de la ventana por dónde lo vi partir, con los ojos puestos sobre la luna, y el cielo estrellado, esperando que la memoria deje mi espíritu pronto. Mi madre viene hacia mi, me dice que es hora de dormir. Cierra las puertas y apaga las luces, mientras yo me adelanto a la cama. Me alcanza unos segundos después, postra su cuerpo en la cama, a un lado mío, como para protegerme, pero en realidad yo soy quien la protejo de ella misma. Nos recostamos y miramos dónde las imágenes y las palabras corren dentro de nosotros, tiene mucho orgullo de jalar las sábanas encima de la cabeza y abandonar todos esos sentimientos, así que quietamente se recuesta y espera a dormir.

Mira al techo y trata de no pensar más. Las imágenes en cadena, que ella ha tratado unir una vez más y dejarlas escapar. Pero el sentimiento no se va. El agua que no puede cubrir su memoria. Y el polvo que no puede contestar su dolor. Yo cierro los ojos y platico con Dios. Rezo:

«Dios dale el poder para que tome aire de la dulce brisa y 
poder llamar vida desde nuestros corazones.Hazla entender»

No puedo imaginar más. Aquí en el polvo o arriba con el humo del fuego. Con alas en el cielo, o aquí, recostado sobre la cama. Es difícil poder enfrentar este dolor. La palma de su mano sobre mi cabeza. Ahora y por siempre cobijando mi corazón. Quiero descansar en el corazón del tamaño del mundo.

Mientras trato de dormir, recuerdo todas las enseñanzas que él me dio. Recuerdo cada uno de nuestros momentos juntos. Él me quería como nunca nadie lo ha hecho, y como espero que alguien me vuelva a querer. Siempre me dijo que era fuerte y que debía de permanecer así. Fuerte en mis convicciones. Sin ceder ante la incertidumbre de la duda. Ahora pienso que tengo que devolver algo de la confianza que él tuvo en mi. Me tengo que apartar de la gente que considera a la insolencia valor, y que considera una cobardía a la ternura. Y también apartarme de todos aquellos que consideran la charlatanería una sabiduría, y de aquellos que consideran  el silencio una ignorancia. Puede que al final no tenga muchas personas cerca de mi, pero que aquellas que permanezcan conmigo sean reales, y no una simple imagen de una persona. Así es como debe latir mi corazón, siempre fuerte. Nunca permitir que tomen esa pequeña parte dentro de mi donde soy libre. 

Recuerdo aquellos tiempos sentados en el parque, mi virgen y frágil mente. Nos sentábamos  juntos, los dos, para poder mirar el amanecer carmesí, me decía que detrás de aquel horizonte había muchas cosas por encontrar, yo imaginaba lo que podía encontrar detrás de él. La vida estaba llena de asombro. Sentía el cálido aire rozar mis mejillas. «Debemos explorar los límites -me decía-, así como el Profesor Bartlebom. ¿Sabes hasta dónde llega el cielo? ¿Sabes dónde termina y dónde empieza? Es todo siempre maravilloso si te pones a pensar un poco. El límite eres tú mismo».

Trascendíamos desde lo profundo de nosotros. Él no se suponía que debía ser alguien para mi, pero se esforzaba para que comprendiera todo a mi alrededor. La inocencia me acariciaba. Nunca me había sentido de tal forma, tan querido, tan aceptado, me sentía un niño otra vez. Estábamos descubriendo toda la vida y la inocencia dentro de mi. Había estado guardada dentro de mi por tanto tiempo que sentía que iba a explotar de todas las emociones que estaba a punto de descubrir.  Y aún así, deseábamos buscar por más. El límite lo marcábamos nosotros. Él color de nuestra sangre se mimetizaba mientras más tiempo pasábamos juntos. Era una alegría inmensa el poder saber que a él no le importaban las condiciones por las cuáles estábamos juntos. A mi menos me importaba.

Siempre recordaré el frío de noviembre. Las noticias del otoño. Los sonidos del pasillo. El reloj en la pared y su interminable tic tac. Fue el último mes que pasamos completamente felices, aprovechando cada momento para decirnos cuanto nos queríamos, con palabras y con hechos. La vida nunca es igual, y ahora entiendo que hay que valorar cada momento. Mirar a mi alrededor, escuchar los sonidos, aprender a querer y lo más importante, demostrarlo. Valorar el momento mientras está aquí. 

Pero esos días se han ido ahora. Han cambiado como una hoja en un árbol, dispersas en la eternidad, dentro de la brisa fresca del otoño. Cada día ha caído como una hoja marchita. El frío ha caído ahora dentro de mi, pero cómo él decía, soy fuerte, y aunque el sol no es tan brillante ahora, sé que brillará otra vez. Y por lo mientras lucho por sostenerme con lo último de mis fuerzas. Sé que también él está sufriendo y luchando por pasar los días. Le debe de ser difícil, que aunque no teníamos la misma sangre, me quería como si fuera su hijo, y si a un padre como él le quitas un hijo, queda devastado, sin muchas cosas que le traigan alegría o dicha. Es un buen hombre y espero pronto se recupere. No hay muchas cosas que le puedan quitar ya y que el valore tanto como nuestra relación. Sé que aún le queda ese último pedazo donde somos libres, un poco dañado, pero sanará. Con mi amor. Espero que aún pueda sentir mi amor. 

En mi guarida puede que haya inequidad, pero debo de alejar toda la maldad con la sutileza del amor. El amor a mi madre, el amor que todavía le tengo a él, el amor por mi familia, pero sobre todo por el amor que me tengo. Lucho por aliviar mi dolor. Lucho por encontrar la cura. La ignorancia me rodea. Nunca había estado tan lleno de miedo. Toda mi vida ha sido vaciada de mi. Pero el final de esto se dibuja cerca.

Siempre me decía cuando me llevaba a la escuela: «Existía un poeta de la época del imperio Romano, llamado Horacio, hay una frase que siempre se recuerda de él, una entre tantas: “Carpe Diem”, significa aprovecha el día. Así que haz lo que él decía, aprovecha tu día, hijo. La vida es todo lo que tu quieras. Aprende, juega, diviértete, pero sobre todo ama todo lo que tienes, no odies, no lastimes. Sé tú mismo por ti mismo. Ahora corre y se un buen niño».

Aunque había veces que cambiaba el discurso y decía algo parecido en esencia: «Recoge todos los capullos de rosas mientras puedas. ¿Sabes lo que significa el nombre de tu madre? ¿No? Le deberías de preguntar. En fin, recoge capullos de rosas mientras puedas, el pasado aún sigue su vuelo, y esta flor, que es la vida, y que ahora te sonríe, mañana puede estar muriendo. Así que no desperdicies tu vida y se bueno. Aprende, ama y juega mucho» Y después, mientras caminaba hacia mi salón, volteaba y lo veía, sonriendo, feliz de verme crecer. Se despedía con la mano y después desaparecíamos los dos.

Puedo aprender del pasado, de estos días que se han ido, puedo aprender a dibujar mi futuro, qué se que está allí, pero debo de trazarlo con cuidado. Sin descuidar mi presente para que sea brillante en el tiempo. 

....

Estoy atrapado en el sueño. Por fin las imágenes se unieron y lograron que me durmiera. Sé que estoy soñando porqué ya es de día aquí y el sol está puesto. Escucho voces lejos de dónde estoy. No puedo ver quién habla, simplemente es el sonido de las voces que vienen del final del pasillo de una casa que no es la que yo conozco. 

Siento que regreso en el tiempo y que vuelvo a aquella noche de diciembre. Es la cosa más terrible que puedas escuchar. Una vez más. Ahora no aparezco en la escena. No soy un espectador.

“Si me estás mintiendo...”

“Te amo entrañablemente” 

Silencio.

“...simplemente te tienes que ir...de nuestras vidas” 

“Aprovecha el día” 

“Algo ha pasado...”

No logro entender lo demás.

“Recoge los capullos mientras puedas” 

“Te voy a matar”

Había entrado como en un trance. No sabía lo que tenía que pensar. De pronto, logro escuchar:

“Regresa a ti mismo. Desata estas cuerdas, voy hacia ti. No dejaré que me alejen.”

Se terminan de escuchar las voces. Salgo del cuarto donde estoy encerrado y corro a la puerta para ver quién es. Cuido de que nadie me vea y salgo sigilosamente. Lo puedo ver, sé que es él, pero no puedo ver su rostro, la silueta dibujada en la luz ciertamente es la de él, pero no puedo asegurarlo. Sigo corriendo para tratar de alcanzarlo. Por la calle va caminando, sin detenerse, sin mirar atrás. Grito, pero parece no escucharme. Vuelvo a gritar y corro cada vez más rápido. Da la vuelta en la esquina y por un momento pienso que lo he perdido otra vez. Al dar la vuelta sale detrás de un árbol y me toma por los hombros, se había escondido. Me espanta. Solíamos hacer eso cuando estábamos solos.
  • No quería que tu madre nos viera -me dice.
  • ¿Estoy soñando o es algo real? -le pregunto.
  • Las dos cosas, pequeño -me dice, noto que ya no me dice hijo-. El sueño es como nuestra segunda vida, y como en una vida común y corriente tú puedes decidir lo que es real o lo que no quieras que lo sea. Si quieres, en este momento soy real, y sino, soy un ser imaginario. Depende de ti.
  • Todo parece tan lejano, así me parece. 
  • Claro. Parece lejano porqué parece que todo está perdido sin que nada se haya cumplido. Todas las promesas que fueran hechas y que al final fueron deshechas. Lo siento tanto, pequeño. Sabes que yo no quería que esto cayera. Y ahora todo está perdido donde nada es real.
  • ¿Dónde es ese lugar? -le pregunté.
  • Es un mundo dónde no hay páginas de periódicos, ni existe una televisión, ni radios, allí simplemente no existe nada. Es oscuro y vacío. Mira como una vida fantástica puede perder el paso y nunca levantarse. Nunca debes de entrar allí, hijo mío -me conforto que me haya llamado hijo otra vez-. Nunca te des por vencido, y aléjate de todas esas miradas frías y vacías. El lugar del que te hablo se llama olvido, mi muchacho. 
  • Pero voy a entrar si es que tú me olvidas.
  • Bien lo has dicho, sí es que lo hago, pero te aseguro que no lo voy a hacer. No me lo permitiría nunca. No podemos decir que fuimos cegados por un paraíso y que hayamos vivido una utopia. Pero ya no hay espacio para mi en a vida de tu madre. Es algo que me ahoga en las profundidades de la tristeza y me pregunto porqué. Y ahora me tengo que ir, pequeño. Mas ten por seguro que nunca te voy a olvidar.
  • Yo tampoco lo haré -le dije mientras me acercaba para abrazarlo. Él se agacho y con lágrimas en los ojos dijo que me amaba. Sus brazos rodearon mi pequeño cuerpo y trato de dar calma a los dos. Nuestro corazón se unía en un solo latido, justo como en los viejos tiempos. 
  • El pasado ya no te debe lastimar. No al menos que tú lo permitas. No dejes que te conviertan en una víctima, pequeño. Te convierten en estadística, en algo más. Pero ese no es el tú real. Eso no es lo que eres por dentro. Se fuerte y no dejes que te dañen. Aprende a amar, que es lo único que debes hacer.
  • Lo sé. Yo te amo. Y es por eso que a veces siento que fuimos injustos contigo.
  • ¿Por qué lo crees?
  • Al final es como algunos ven todo esto, como un juego, primero se te hizo creer que te adorábamos y después simplemente se abuso y ahora te ignoramos. y no importando lo que haya pasado, estás atado y no te dejamos ser. Y se te sigue alimentando de tu miseria, y te vuelves como un trofeo colgado para que todo el mundo lo vea.
  • Te entiendo, pequeño. Sé que tú me quieres, y que a veces era un escape para ti de aquello que te hacía daño. Pero sabes que no necesito de la simpatía de nadie para poder pasar el día. Sí en verdad fue como tú lo dices, está bien por mi. Es como te digo, lo único que debes hacer es amar. Si eres amado, eso es perfecto, y si eres ignorado, no eres tú quien sale herido. Te lo dije alguna vez: no dejes las heridas abiertas, porqué si las dejas abiertas, lo único que harás es lastimar a los que te rodean.
  • Pero aún así no deja de ser injusto.
  • Yo no puedo decir lo que es justo o no, pequeño. El Supremo es el único que lo puede decir. Y así como las estaciones cambian en el año tú también puedes. Es una cosa que se tiene que hacer para encontrar la verdad. Cambia, busca y encuentra la verdad. No dejes que ese tipo de pensamientos te aprisione. 
  • Parece extraño que nuestra relación deba de terminar en tan terrible lugar -le dije. 
  • ¿Por qué te parece terrible? Es un lugar hermoso el que has escogido para tu sueño. Y sí tú lo decides, más tarde podremos sentarnos a ver el atardecer, como en los viejos tiempos.
  • Me refiero a que este sueño va a morir en cuánto despierte. Y puede que ya no te vea otra vez.
  • Si quieres puedes verlo de esta forma. Por el momento soy un símbolo en tu mente, el valor que le des a este símbolo en el que me he convertido lo decides tú. Por sí sólo, un símbolo no significa nada. Sino que el valor se lo das tú. Tú dices mi nombre y tú me das el peso que quieras. Hay un rostro que estás viendo, pero esa también es una máscara, ese no soy yo. Todo lo que ves no representa más que la forma de mis huesos y músculos debajo. Pero el significado que en verdad buscas en mi, no viene por la imagen, sino por las ideas. Así que no importa si no me ves, lo importante es que recuerdes todas las ideas que te he transmitido. Ese es mi verdadero Yo.
  • Lo sé. Te entiendo. Me has enseñado bien. Y sé que ese centímetro dónde somos libres es lo que recordaré al final. Espero que el mundo cambie para mejor. Pero lo que quiero que entiendas, es lo que quiero decir cuando te digo que, tal vez no te vuelva a ver, y tal vez nunca ría contigo, o lloré contigo, o te vuelva a besar, o vuelva a jugar contigo, o a salir contigo, lo único que vale la pena decir es que te amo. Con todo mi corazón, te amo.
Una lágrima caía de su ojos. Casi podía sentir el ardor de las lágrimas al salir por sus ojos. 
  • Lo sé, hijo. Siempre lo supe y nunca tuve duda. Y vaya que si nos divertimos. Por muchos días nos pasamos recogiendo rosas, y no le pedimos permiso a nadie y ni nos disculpamos con nadie por nuestra felicidad. Nunca dejes de ser feliz. Nunca regales o vendas ese pequeño espacio tuyo dónde eres libre. Sigue segando rosas por tu cuenta, pequeño. Nunca dejes que esa flor que te sonríe se marchite algún día. No uses las máscaras que la gente usa. Nunca lo hagas porqué puede que al final olvides quién eres en verdad. Sé tú mismo. 
  • No lo haré, Joaquinito. 
  • No te debes de conformar, pequeño. Se puede apreciar la comodidad de la rutina diaria, la seguridad de lo familiar, la tranquilidad de todo lo que conlleva. Está bien. Pero tómate un poco de tu tiempo, para sentarte y platicar. Tómate el tiempo de explorar los límites, no de la carne, pero de la mente. Algún día un doctor del corazón me dijo que la felicidad no es el final del camino, sino el camino mismo. Síguelo y te llevará a lugares que nunca habías imaginado. Claro que hay personas que no lo quieren hacer, y puedo sospechar que cuando empieces a pensar y hablar, te dirán que no lo hagas. ¿Por qué? Porque mientras pueda utilizarse la fuerza ¿Para qué el diálogo? Sin embargo, las palabras siempre conservarán su poder, las palabras hacen posible que algo tome significado y, si se escuchan, enuncian la verdad. Y la verdad es, que en este mundo, hay algo muy mal, ¿no? Crueldad e injusticia, intolerancia y opresión, odio y envidia ¿Cómo ha podido ocurrir? ¿Quién es el culpable? Bueno, ciertamente, unos son más responsables que otros. Pero, la verdad sea dicha, no es que se busque un culpable sino una solución, sólo tienes que mirar a tu alrededor, mirarte al espejo. No dejes que nada te engañe.  Es por el miedo miedo. El miedo es la clave de todo, hijo. ¿Y quién no lo tendría? Guerras, terror, enfermedades, violencia en todos lados. Debes de alejar el miedo de ti, pequeño. No dejes que te controle. Hay que poner fin a ese silencio. Siempre hay que tener la esperanza de hacer recordar al mundo que debe de existir justicia, amor, igualdad, libertad, y que son algo más que palabras; son metas alcanzables. Así que tienes que abrir los ojos. No dejes que nadie te engañe. Si todo el mundo hace lo malo, eso no lo hace correcto. Y si nadie hace lo bueno, no significa que no sea bueno. Tienes que aprender a observar el mundo y comprenderlo. Tienes un corazón bueno, pero debes tener cuidado de aquellas personas que lo quieran dañar y contaminar. 
La madrugada avanzaba en mi otro mundo y casi era hora de despertar. Mientras que en el mundo donde estábamos había sido tan poco tiempo. Es como dicen, había pasado en un abrir y cerrar de ojos. Habíamos seguido hablando otro largo rato. Y ahora íbamos camino al parque a ver el atardecer. Dios, como voy a extrañar caminar con él.

«No lo puedo creer, otra vez caminando con mi pequeño -dijo-. ¿Dónde te quieres sentar? Hasta la cima de la colina -le dije» Seguimos caminando hasta la cima. Eran cerca de las siete de la noche y el sol se empezaba a ocultar. Las nubes se teñían de colores. Naranjas, amarillos, azules, carmesí. 

«Me siento con mi hijo para ver el atardecer carmesí -dijo-. Me gusta mucho decir carmesí porqué King Crimson es una de mis grupos favoritos. Y Crimson es carmesí, pequeño. Apréndelo bien. Si escuchas un buen tipo de música no necesitarás de drogas ni de nada para poder viajar en tu mente».
  • Muchos días han venido y se han ido -le dije-. Hemos vivido una corta vida, pero creo que debemos  de seguir adelante. Eres mi único, quiero que lo sepas. 
  • Lo sé, pequeño. El tiempo casi se nos termina, y es tiempo que regreses a tu otro mundo, con tu madre. Ahora nuestra vida está hecha. Mira el sol como se oculta lentamente y tiñe todo el cielo. Así somos ahora tú y yo. Nos vamos a ocultar él uno del otro, pero sabemos que vamos a estar ahí cualquier día. Nos hemos dibujado cosas hermosas en nuestros cielos, con un ópalo muy brillante. Regresa a ti, pequeño mío, y sólo te pido que le entregues un mensaje a tu madre. Dile que la amo terriblemente. Y recuerda, aprovecha el día y no llores. Ahora es tiempo de decir adiós. Y aunque me haya ido, viviré por siempre.
Poco a poco iba desapareciendo la imagen en mi mente. Lo que último que recuerdo del sueño, es que me estaba preparando para el vuelo. Me sostenía para con todas mis fuerzas, temiendo mis temores más profundos. La noche encontró su camino y mientras su imagen desaparecía alcance a gritar con todas mis fuerzas:

«Te amo...adiós»

Giró su cara para una última mirada. Me miró en los ojos y dijo algo que no logré entender y tampoco lo pude leer en el aire ni en sus labios. 

La luz del día en mi otro mundo entraba por las ventanas. Vi a mi madre recostada a un lado mío. Las palabras se quedaron grabadas en mi mente. Estaban vivas de todo lo que había aprendido. Debo de aprovechar el día y a casa poder regresar.

Con mis ojos abiertos mirando a mi madre, y mientras ella dormía, le dije todo lo que había soñado, o al menos lo que podía recordar de aquella otra vida. Al final le dije:

«Por cierto, dijo que te amaba terriblemente»

Y despertó. Sus ojos lentamente se iluminaron y me miraron. No sabía si había escuchado una sola palabra de lo que había dicho, pero me alegraba de que estuviera despierta.

...

Soy más sabio ahora. Una vida de memorias corren a través de mi cabeza. Ellas me enseñaron como, para mejor o peor, para estar vivo o muerto. Me doy cuenta de que no hay vuelta atrás. La vida sigue en una canción que siempre suena. Espero que sea King Crimson el que marque mi camino. 

Estoy sentado en un columpio, mi madre me empuja fuertemente y sigo recordando cuando él estaba con nosotros. Recuerdo su sonrisa cuando me veía feliz, sé que sería inmensamente feliz aquí con nosotros. Pero al final no ha sido de nosotros el que no esté aquí conmigo y con mi madre. Y pienso, mientras me mantenga en mi línea, sé que no olvidaré aquellas ideas que me transmitió. Porqué el hombre puede fallar. Puede ser olvidado fácilmente, pero con el tiempo y el pasar de los días, una idea aún puede cambiar mi mundo. He sido testigo del poder de las ideas. He visto a personas matar en el nombre de ellas; y morir defendiéndolas; no matar y morir en sentido literal necesariamente. Sino en el sentido que hay muchas maneras de matar a una persona, matando su alma, su espíritu, su verdad. Y al final, la idea permanece viva, sé que no la puedes tocar, no la puedes sostener o besar. Una idea no sangra, no puede sentir el dolor, y no ama. 

Y también puedo decir que no es una idea lo que extraño, es al hombre. Un hombre que me hizo recordar lo bueno. Un hombre que nunca olvidaré.

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