Ambas Partes Interesadas.
J.D. Salinger
The Saturday Evening Post, Febrero 26,
1944.
Antes
de que un hombre pueda anunciar que conoce una mujer como un libro, el hombre
debe asegurarse de que lea hasta la última parte de la última página.
En
realidad allí no hay mucho que decir -Me refiero a que no era una cosa seria o
algo así, pero era algo gracioso, en eso. Quiero decir porque allí se veía por
algún tiempo, como si todo el mundo en la planta y la madre de Ruthie y todos
iban a tener una sonrisa sobre nosotros. Decían que Ruthie y yo éramos
demasiado jóvenes para casarnos. Ruthie, ella tenía diecisiete, y yo tenía casi
veinte. Muy bien, éramos demasiado jóvenes, pero no si sabes lo que estás
haciendo. No si todo entre ella y tú funciona. Digo, ambas partes interesadas.
Bien,
como iba diciendo, Ruthie y yo, en realidad nunca nos separamos. No una
separación real. No es que la madre de Ruthie no hubiera deseado que lo
hiciéramos. La señora Cooper, ella quería que Ruthie y yo fuéramos a la
universidad en vez de casarnos. Ruthie se salió de la preparatoria cuando tenía
quince años solamente, y no la llevarían dónde ella quisiera hasta que
cumpliera los dieciocho. Ella quería ser doctora. Le solía tomar el pelo.
“¡Llamando a la Doctora Kildare! Le decía a ella. Yo tenía buen sentido del
humor. Ruthie, ella no. Era más inclinada hacia el tipo serio.
Bueno,
en realidad no sé como empezó todo, pero se puso todo muy candente una noche
del mes pasado en Jake’s Place. Ruthie, ella y yo salimos. Ese lugar si que es clase
este año. No mucho neón. Más bulbos. Más lugar de estacionamiento. Clase.
¿Sabes lo que quiero decir? A Ruthie no le gusta mucho Jake’s. Bueno, esta
noche de la que te estaba contando, Jake’s estaba repleto cuando llegamos allí,
y tuvimos que esperar cerca de una hora para que nos dieran una mesa. Ruthie no
quería esperar ni un minuto. Sin paciencia. Finalmente cuando nos dieron una
mesa, dijo que no quería cerveza. Así que sólo se sentó allí, prendiendo
cerillos, apagándolos. Me estaba volviendo loco.
“¿Que
es lo que sucede?” le pregunté finalmente-me llegó a los nervios después de un
tiempo.
“No
sucede nada,” dijo Ruthie. Paro de prender cerillos, empezó a mirar a lo largo
del lugar, como si estuviera manteniendo los ojos abiertos por alguien en especial.
“Algo
sucede,” le dije. La conozco como a un libro. Digo, la conozco como a un libro.
“No
sucede nada,” dijo ella. “Deja de preocuparte por mi, todo está estupendo. Soy
la mujer más feliz del mundo.”
“Detente
ya,” dije. Estaba siendo medio cínica. “Sólo te hice una pregunta, eso es
todo.”
“Oh,
disculpa,” dijo Ruthie. “Y tú quieres una respuesta. Ciertamente. Disculpa.”
Estaba siendo demasiado cínica. No me gusta eso. No me molesta, pero no me
gusta.
Sabía
lo que se la estaba comiendo. La conozco de adentro hacia afuera, cada humor.
“Muy bien,” dije. “"Tú estás herida porque salimos esta noche. Ruthie, por
decirlo en voz alta, un hombre tiene derecho a salir de vez en cuando,
¿no?"
“¡De
ves en cuando!” dijo Ruthie- “Amo eso. De vez en cuando. ¿Como siete noches a
la semana, eh Billy?”
“No
han sido siete noches a la semana,” dije. ¡Y no ha pasado! No hemos salido por
la noche antes. Bueno, tomamos una cerveza en Gordon’s, pero regresamos a casa
después de eso.
“¿No?”
dijo Ruthie. “Muy bien. Vamos a dejarlo. No hay discutirlo.”
Le
pregunté muy tranquilo, que se suponía debía hacer. ¿Sentarme en la casa como
un estúpido todas las noches? ¿Mirar fijamente a las paredes? ¿Escuchar al bebé
gritar? Le pregunté, muy tranquilo, qué quería que yo hiciera.
“Por
favor, no grites,” dijo, “No quiero que hagas nada.”
“Escucha,”
le dije. “Le estoy pagando a esa loca dama Widger dieciocho dólares a la semana
para cuidar a la niña por un par de horas en la noche. Lo hice sólo para poder
tomar todo con calma. Pensé que te daría gusto. Te solía gustar salir de vez en
cuando,” le dije.
Entonces
Ruthie dijo que ella no quería que contratara a la Señora Widger en primer
lugar. Dijo que no le gustaba. De hecho, dijo que la odiaba.Dijo que ni
siquiera le gustaba ver a Widger cargar la bebé. Le dije a Ruthie que la señora
Widger había tenido un montón de bebés propios, y que supunía que ella sabía
muy bien cómo sostener a un niño. Ruthie dijo que cuando salíamos por la noche
Widger simplemente se sentaba en la sala, leyendo revistas: que nunca se
acercaba a la bebé. Le dije que quería que hiciera ella -¿qué se metiera a la
cuna con la niña? Ruthie dijo que no quería habñar de eso más.
“Ruthie,”
dije. “¿Qué es lo que tratas de hacer? ¿hacerme ver como una rata?”
Ruthie,
ella dijo, “No estoy tratando de hacerte ver como una rata. No eres una rata.”
“Gracias.
Muchas gracias,” le dije. Yo también puedo ser del tipo cínico.
Ella
dijo, “Eres mi esposo, Milly.” Se inclinó hacia la mesa, como que llorando,
¡Santa Macarena!, ¡No era mi culpa!.
“Te
casaste conmigo,” dijo, “porque dijiste que me amabas. Se supone que debes de
amar a nuestra bebé también, y cuidarla. Se supone que debemos de pensar en
algunas cosas aveces, no simplemente vagar.”
Le
pregunte, de manera calmada, quién había dicho que no amaba a la bebé.
“Por
favor no grites,” dijo. “Voy a gritar si tu gritas,” dijo. “Nadie dijo que no
la amaras, Billy. Pero la amas cuanto te conviene o algo así Cuando se está
bañando o cuando juega con tu corbata.”
Le
dije que la amaba todo el tiempo. ¡Y lo hago! Es una buena niña, una buena niña
de verdad.
Ella
dijo, “¿Entonces por qué no estamos en casa?”
Le
dije entonces. No es que haya tenido miedo de decirle. Le dije. “Porque,” dije,
“Quiero tomar un par de cervezas. Quiero algo de vida. No trabajas en un
fuselaje todo el día. No sabes como es.” Digo, le dije.
Entonces
trató de ser del tipo gracioso. “Quieres decir,” ella dijo, “Que no me
esclavizo en un ardiente fuselaje en todo el día”.
Le
dije que era demasiado ardiente. Entonces empezó a prender cerillos otra vez,
como un niño. Le pregunté si había entendido lo que quería decir. Ella dijo que
había entendido lo que quería decir muy bien, y dijo que también había
entendido lo que su madre le había querido decir, cuando su madre le dijo que
éramos demasiado jóvenes para casarnos. Ella dijo que ahora entendía muchas
cosas.
Eso en
realidad me dolió. Lo admito. Estoy dispuesto a admitirlo. En realidad nada me
duele excepto cuando Ruthie saca a su madre. No puedo soportar cuando ella saca
algo acerca de su madre. Le pregunté a Ruthie, en una forma tranquila, de qué
estaba hablando. Le dije, “Sólo porque un hombre quiere salir de vez en
cuando.” Ruthie hubiera dicho si yo hubiera dicho “de vez en cuando” otra vez,
no la hubiera vuelto a ver. Siempre está tomando las cosas de la manera en que
no quiero que las tome. Le dije eso. Ella dijo, “Vamos. Estamos aquí. Vamos a
bailar.”
La
seguí a la pista, pero justo cuando llegamos a allí la orquesta se puso astuta
con nosotros. Empezaron a tocar Moonlight Becomes You. Es vieja ahora, pero es
una canción dulce. Quiero decir que no es una mala canción. Solíamos escucharla
de vez en cuando en la radio en el coche o en la radio de casa. De vez en
cuando Ruthie cantaba las palabras. Pero no era tan ardiente, escucharla en
Jake’s esa noche. Era muy vergonzoso. Y debieron de tocar ochenta y cinco coros
de lo mismo. Quiero decir que lo siguieron tocando. Ruthie bailó unos diez
kilómetros de distancia de mí, y no nos miramos mucho. Finalmente, se
detuvieron. Entonces Ruthie se separó de mí como, si caminara de vuelta a la
mesa, pero ella no se sentó. Simplemente coge su abrigo y lo avienta. Estaba
llorando.
Nota: Si quieren el archivo en PDF denle clic al link de abajo.
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