viernes, 15 de febrero de 2013

Una Estrella Perdida


El silencio rodeaba mi caminar aquella noche. Busqué algunas estrellas, y no mire ninguna. Mientras caminaba, con un cigarrillo encendido, guardaba aquel sueño en mi alma para que el miedo de que alguien lo derrumbara desapareciera. Era un sueño algo extraño, me encontraba enamorado y mi sonrisa se tornaba furtiva para esconder el dolor dentro de mi. 

Miré una segunda vez al cielo, y busque por estrellas, una por una, las marqué con un centelleo de luz plateada con mi propio dedo. Me pregunté como es que habían eludido mi vista la primera vez que las había buscado.

Tenía la sensación de que los sentidos me iban lentamente fallando, el crujir de las hojas a mi paso callaban el latir de mi corazón, y como si fuera un vampiro, con un latir pausado y silencioso, miraba todo a mi alrededor. Me aseguraba de que en cada momento que mi corazón siguiera emitiendo algún sonido para asegurarme que aún siguiera con vida. Sigo creyendo en lo que no veo, la percepción de cada humano que es como un truco de cámara. 

El reflejo de una sombra en el piso, me parecía familiar la silueta, pero no estaba seguro de que me gustara lo que veía, así que la ignoré por un buen rato, tanto, que había ocasiones que dejaba de existir. Tal vez eso pase cuando uno ama mentir y pretender que todo está bien, cuando siempre uno ama guardar todas las palabras que valen la pena decir para otro día, un día que tal vez nunca venga, y que al final, me quedé congelado en el tiempo de un nuevo amanecer, para ofrecer más, para sufrir más.

Mientras mi corazón saltaba al tratar de sostener aquel arco iris dibujado en el cielo con las miles de estrellas, comprendí que el verdadero silencio sólo se puede dar en una noche estrellada. La ausencia que se encuentra en colinas solitarias y que no puedo verlas por los edificios enormes a mi alrededor. El olvido que cae en mis hombros, y todas las imágenes en serie de sufrimientos. Y allí, debajo de aquellas ráfagas plateadas, recordé lo misterioso y hermoso que es este mundo y que vivir es pura energía, porque el amor es la única flor que crece y florece sin la ayuda de las estaciones, y la soledad es todo aquello que nos queda al privarnos del amor, con el pánico mortal a enamorarse, con el poderoso instinto de quienes recuerdan su limitada vida sentimental como una serie de sufrimientos y vergüenzas.

Cuando entré en aquel bar y me senté en la barra, fue en ese mismo instante en que la vi, perdí aquellos pensamientos que llevaba en la cabeza. Ella estaba al otro lado del bar, sentada con sus amigos de años atrás. La veía yo desde mi lugar, sentado. Pedí varios whiskys en las rocas y empecé a escribir lo que están leyendo, en una servilleta y con un bolígrafo azul, pero pronto la iluminación de aquel bar resultaba insuficiente para poder alumbrarme sin que mi vista se cansara. Decidí dejar de escribir. 

Las copas de whisky cada vez se hacían más pesadas. Aquel lugar que me resultaba tan repugnante había sido mi único escape de una realidad en la cuál solía creer. Solo, sentado en la barra, con dos hombres más platicando, tal vez de que el litro de la gasolina subió y no parara de subir, o cuál era la tendencia en la moda en ese momento, o simplemente de una película que no entendieron pero que les recomendaron. Veía a los meseros ir y venir por tragos para las personas que estaban sentadas en las mesas. En ese momento me sentí deprimido, que hubiera preferido encontrar un viejo bar oxidado, con gente más auténtica, pero simplemente había encontrado eso. Estaba en un bar justo como cualquier otro. 

La miré, al parecer ella no se daba cuenta de que yo estaba allí. Estaba mucho más bella que cuando la había visto días antes al caminar por el parque, y muchísimo más bella de lo que me había parecido, años atrás, la primera vez que cruzamos miradas al caminar a lo largo de un pasillo. Por un momento, los pensamientos me turbaron, el hecho que su belleza fuera real; los labios ligeramente pintados, la palidez de su piel, el brillo de sus ojos y la actitud sincera que habría despertado en cualquiera una sensación de complicidad. En aquel instante parecía tan sincera que tenía miedo de no poder comportarme de manera natural. Ese era el mayor miedo que tenía en mi vida, aparte de escribir malos poemas.

Ella camino hacia la barra dónde estaba sentado. No era por mí, en realidad iba por una cerveza. No sabía si para ese entonces ya me había visto y me ignoraba, así que de la manera más natural que pude, saqué mis servilletas dónde había empezado a escribir, y la comencé a leer, y mientras leía, iba corrigiendo o cambiando o aumentando o disminuyendo palabras. Mi vaso de whisky casi se había terminado, así que pedí otro más. Ella no me escuchó por el ruido del lugar, pero volteó su mirada, yo no la veía, pero sentía que me estaba mirando. Después de unos segundos, ella llegó a mi lado, y dijo:

  • Hola
  • Hola -le respondí con la mayor naturalidad posible.
  • ¿Cómo te llamas? -preguntó.
  • Mi nombre es Holden.
  • Mi nombre es Dark, en realidad no es mi nombre, es mi apodo.
  • Lo sé. Escuché a tus amigos llamarte así.
  • Tienes buen oído. 
  • No es todo lo bueno que tengo -dije, pero después de un momento me arrepentí de haberlo dicho. 
  • Se ve. 
  • En realidad no lo puedes ver. No creo que estés capacitada para saber lo que soy.
  • ¿Por qué estás a la defensiva? ¿Estás preocupado de que no puedes confiar en mi porqué no sabes quién soy? Lo entiendo; tiene sentido para mi.
  • En realidad no es porque no te conozca, sino porque lo hago -dije por fin friamente. 
  • Esta bien, dejemos el juego atrás, creo que no estás de humor -en verdad creo que no lo estaba, y para ser honestos, estaba nervioso-. ¿Cómo has estado?
  • Bien -le contesté.
  • No te había visto por aquí, ¿tienes mucho tiempo que llegaste?
  • Llevó como una hora sentado aquí. Yo sí te había visto, pero no quería interrumpir. 
  • Lo hubieras hecho, hace mucho que tenía ganas de llamarte -dijo. Me causaba una extraña sensación esa frase, pero me dio gusto que tuviera la gentileza que aún me quisiera hacer creer que le interesaba.
  • No, te veías muy contenta. Además no tenía nada que decir, no enfrente de tus amigos. ¿Cómo has estado tú?
  • Muy bien. Me la he pasado de maravilla últimamente. Pero no quiero hablar de eso, hace mucho que no sé de ti, dime algo.
  • No sé qué es lo que quieras escuchar, pero puedes preguntarme cualquier cosa que quieras -le dije en un tono más alegre. No sé si era por el efecto del alcohol o porque en verdad moría de ganas de hablar con ella. En verdad tenía ganas de verla y hablar con ella. 
Me levante de la barra y le dije que fuéramos a la ventana que estaba a un lado de nosotros para tomar el aire. Allí la podía ver hermosa como siempre. Sus labios con un toque de rojo, casi despintados ya. Ruborizada también del rostro por los efectos del alcohol y el calor dentro de aquel lugar. El cabello también un tanto despeinado por el ajetreo del bailar y del relajo. 

  • ¿Puedo preguntar cualquier cosa? -preguntó.
  • Lo que sea
  • ¿Qué hay allá fuera?
  • Allí hay un árbol -señalé un árbol-. Y un carro -señalé un automóvil-. Otro edifico como éste -y señalé justo en frente del nuestro, igual de antiguo-. Gente dentro del edificio como nosotros. La mitad de ellos piensa que nunca va a funcionar, la otra mitad cree en la magia. Es como una guerra entre ellos. Justo como nosotros. 
  • ¿Cómo sabes tanto de la gente?
  • Bueno, tienes que aprender como leer sus rostros, sus acciones, la verdad debajo de ellos, sus ojos -le dije.
  • Y, ¿tú en que crees?
  • En la magia. 
  • ¿Por qué?
  • Bueno, digamos -me detuve y pensé un momento-. Digamos que desde que tú eras pequeña, siempre soñaste que un día tendrías un león. Y esperas, y esperas, y esperas, y esperas y el león nunca llega. Entonces, de pronto viene una jirafa. Puedes seguir esperando por el león, o puedes estar con la jirafa.
  • No entiendo.
  • Yo esperé por el león, ósea tú. Pero tú no esperaste por lo que buscabas, querías vivir una vida. Una vida con momentos felices, y momentos tristes. Una vida casi como la mía, pero ahora la mía no tiene rencor, no tiene olvido, no tiene un principio ni un fin todavía. Tu pasado ahora te persigue y no te deja ser libre por no haber esperado. Te sigues hiriendo por todo lo que pasaste y buscas excusas como cualquier otra persona. 
  • Por eso estoy preocupado por ti -me dijo.
  • ¿Por qué? -le pregunte. 
  • Porque parece que vives en un sueño.
  • Si es así, mi sueño es más real que todas las cosas efímeras en las que suelen basar su vida.
  • Pero terminas solo.
  • No estoy solo, aunque para ustedes es fácil ver que estoy solo cuando me dejan. Es más fácil abandonar y dejar a las personas, lo es. 
  • Pero debe de ser feo -dijo. 
  • No puede ser feo, excepto para la gente que no entiende. Puede que ahora esté en otro apartamento o que en una semana esté en otra habitación de un hotel a miles de kilómetros, en un lugar nuevo, con personas que no conozco y que no me conocen, pero eso no es estar solo, y estar llenos de amigos no significa que no estés solo. 
  • Entonces, ¿cómo mantienes a tus amigos? 
  • El hecho de que me vaya no signifique que los abandone, o que no esté con ellos. Tengo la certeza de lo que soy y de que no voy a caer en el olvido, por eso son mis amigos. 
  • ¿Pero si no estás aquí?
  • Puedes quedarte en el mismo lugar y aún así encontrar la manera de dejar personas. Yo estoy aquí, ¿cierto?
  • Sí -respondió.
  • Lo ves, no me tengo que ir a ningún lado para caer en el olvido de alguien. 
  • Y no vas a preguntar en que creo yo.
  • No. Creo que es obvio -otra vez me arrepentí de decir eso. Pero hay veces que no podía guardarme nada. 
  • ¿Lo es?
  • En parte. Aún puedo ver tus ojos hace un año. Tus orejas y el viento como seda recorrerlas, tus píes sobre la arena. Te puedo ver cuando dices “te amo”, cuando dices “te odio”, te puedo ver cuando lloras y cuando sonríes. Cuando gritas y cuando cantas. Cuando te enojas y cuando brincas. Así solías lucir, pero ahora has cambiado. No puedo verte a través de tus ojos.
  • ¿Por qué lo dices?
  • Fácil, ¿por qué me dejaste ir?
  • Tal vez porqué en realidad creo que no va a funcionar, y entonces me aseguro de que no funcione.
  • Mira el cielo. ¿Lo ves? ¿Qué ves?
  • Pues el cielo, las nubes, la luna.
  • ¿Estrellas?
  • No, casi no hay ninguna.
  • Exacto, a veces miras al cielo y parece como si hubiera más estrellas que nunca. Más. Ellas se encienden más brillantes y brillan más y más, y nunca se desvanecen en tu periferia cuando giras tu cabeza para mirar. Es como si ellas salieran para nosotros y nos recordaran que a su luz les tomó demasiado para llegar a nosotros, que si nunca hubiéramos tenido la paciencia de esperar, nunca las hubiéramos visto brillar allí, esta noche, como hoy, como son, como es. Que por mucho que duela, a veces es todo lo que podemos hacer es, esperar, soportar y seguir brillando, sabiendo que con el tiempo, eventualmente, tu luz llegará donde se supone debe llegar y brillará a quien se supone debe iluminar. Nunca es fácil, pero siempre vale la pena. Tú nunca esperaste esa luz, al igual que nunca esperaste lo que deseabas. Querías un escape de tu vida, una evasión de tu realidad.
  • Puede ser que haya dejado que todo se derrumbara.
  • No es un “puede”. Ahora la oscuridad está apunto de ahogarnos al menos que algo drástico ocurra en estos momentos.
  • ¿Qué quieres que haga? -preguntó mirando hacia el cielo.
  • Nada que tú no quieras. 
  • No quieras vender cosas que la gente no quiere.
  • Yo nunca vendo cosas. Yo no vendo cosas. Puede que venda sueños, pero yo sólo te puedo mostrar las estrellas, eres tú quien decide si las tocas o tomas.
  • Hemos perdido demasiado. ¿Qué tal si no podemos recompensar todo?

En ese momento vi todo levantarse, y vi todo caer. Me fui sosteniendo en mi cabeza. Mirando hacia cada una de las tumbas de recuerdos enterrados. Y era como si un milenio hubiera pasado en un abrir y cerrar de ojos. Tantos recuerdos de historias fantásticas. Y así, entonces, fue cuando lo vi todo. No podía esconderme. Vi más edificios caer que niños crecer. Vi más gente escondiéndose que verdades mostrarse. Todos echándose la culpa el uno al otro y nunca tomar la suya. Y así había demasiadas perdidas, como si estuviera soñando en un tiempo diferente. Y veía ahora que cuando decía que siempre había un lugar lleno de gente esperando por ella. La hacían sentir libre. Pero en verdad creo, que ahora la hacen sentir lo contrario a ser libre.

  • Ven y siéntate a mi lado -le dije-. Dime que el mundo se ha ido, que ya no existe. O tal vez que haya cambiado.
  • El mundo sigue aquí, existe y sigue igual -contestó. 
  • ¿Recuerdas la historia que hacia alusión a tu nombre?
  • ¿La pequeña carta que me entregaste la última vez? -preguntó.
  • Así es.
  • No muy bien.
  • Te la contaré otra vez, y tal vez entiendas algo de lo que te he querido decir de muchas formas. Existe una historia que cuenta que fue Chloris, la diosa de las flores, la que creó la rosa. Un día, mientras Chloris caminaba y limpiaba el bosque, encontró el cuerpo sin vida de una bella ninfa. Conmovida, Chloris fue pidiendo ayuda a los dioses. Primero fue con Afrodita, la diosa del amor, a la que le pidió ayuda y quien fue la que le dio su belleza. Ambas dieron avisó a Dionisio, el dios del vino, que añadió néctar para proporcionarle un aroma dulce. Al llegar su turno, las Tres Gracias aportaron encanto, brillantez y alegría, pero aún no tenía vida. Fue entonces cuando acudieron a Zéfiro, dios del viento del oeste, quien sopló e hizo que las nubes desaparecieran, para permitir que Apolo, dios del sol, pudiera brillar  en todo su esplendor sobre aquella hermosa creación sin vida y así poder hacer que floreciera. Aquella flor nació, y lo hizo en forma de y una hermosa flor blanca. Afrodita cuando vio aquella flor nacer le dio el nombre de Rosa. Tiempo más tarde, Afrodita tratando de ayudar a su amado Adonis que se encontraba herido,se pinchó con una espina del rosal, su sangre tiñó de rojo la flor y así nació la primera rosa roja.
  • No entiendo lo que quieres decir -dijo.
  • Bueno, entonces es tiempo de que me vaya -dije. Y así salí de aquel bar. 

Mientras caminaba, vi una nube oscura recorrer todo el mundo. Trate de todas formas mantenerme a flote. Pero cada vez que volteaba mi mirada, veía más criminales colgados que personas inocentes caminar. Veía más horrores hacerse realidad que soñadores despertarse. 



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