martes, 19 de febrero de 2013

Opus Dei



Pues sí, estamos en la cima de aquel cerro, alto y solitario en medio de una meseta, desde do puede verse las lanzas de luz que penetran entre las nubes y atraviesan la sierra con fulgores que hacen brotar parte de la belleza escondida y que uno mismo sólo puede ver desde lejos y desde lo alto. En este momento estamos en un estado de euforia, con el viento partiéndonos con su filos frescos y veloces, frente a la sierra de luengos pliegues sobre sus faldas que se extienden hasta más allá del horizonte, sólo podemos ver siluetas y con los ojos más agudos que nunca, no queda de otra más que disfrutar por medio de los sentidos un ápice de la grandeza de la naturaleza y su imponente cadera cuasi interminable. Con la ayuda de la mente nos adentramos entre las montañas y sus diversos colores, bañado por la luz en partes, y escondidos entre umbras en otras. Es la magia de la mente la que nos permite sobreponernos ante tal paisaje. Es la frescura que renueva nuestros pensamientos y despeja nuestras ideas más añejas y recurrentes, esa introspección que sólo en un lugar así nos permite ver nuestro lugar en el mundo y nos motiva a aceptar nuestra coexistencia entre el vasto manto que nos alberga y que no hemos sabido respetar.

Todo esto de que te estoy contando, es justo lo que me viene a la mente y se alimenta de mi percepción sensorial, mis ideas y mi experiencia, es un producto subjetivo de mi paso por esta vida, pero que con ello pretendo motivarte para que salgas, huyas, y me acompañes, para que juntos disfrutemos de la riqueza de esta experiencia única y que es el primer paso de todo humano que pretenda tener un estilo de vida ascético y emancipado, en busca del contraste equilibrado que permita elevarse sin perder la condición propia de un ser humilde que disfruta el estadio de la vida, si bien efímero comparado a las estrellas, permanente en su catarsis. 

Luz y oscuridad reinan sobre el firmamento, las mismas montañas maculadas por estos elementos nos muestran su apariencia combinada de características cambiantes otorgadas por el vacío, las estrellas y las formaciones aún no descubiertas por la ciencia y sus herederos. Deseo que presto te hallaras a mi lado para conversar desde esta cima, sincerar nuestras palabras y otorgarnos el perdón por todo el daño que todos hemos hecho con o sin alevosía sobre nuestra madre. Que surja el perdón desde su vientre y fecunde nuestras ánimas. Y aunque no te encuentras a mi lado en este instante, sé que en una parte de tu mente se filtra mi voz y te repite esto que estoy describiendo, y hace que las palabras cargadas por su magia intrínseca dibujen los que mis ojos admiran. 

Ya comienza a decaer la esfera sol, y el viento arrastra un cúmulo denso de nubes cargadas de agua hacia este lugar, se oscurece el cielo detrás de nosotros y arrecia la fuerza con que sopla el viento, la  humedad del ambiente también ha aumentado, apenas si puedo mantener los ojos abiertos pero cabizbajo, no estoy muy acostumbrado a este clima, pero me siento muy bien a pesar del cambio de temperatura. Por momentos he quedado en silencio disfrutando el asombro, suspenso, veo cómo los caminos se pierden entre la sierra. Descansan entre las faldas los pequeños poblados donde asoman los campanarios de las iglesias, repiqueteando al atardecer, leves ladridos de perros viajan en las ventiscas que soplan por todos lados.
Me siento un momento antes de descender, a mi lado hay una capilla que alberga una imagen de María dibujada en una superficie de cantera, cubierta por una rendija oxidada y dentro hay una veladora extinta, encima de los bordes de la capilla descansa una cruz de madera, el único ribete que la viste es un listón morado, opaco y maltratado por el sol y las heladas. La tarde es confusa, la penumbra comienza a asomarse, mi descenso será pronto. Espero haber dado algunas pinceladas burdas de la magnificencia de este lugar y de sus formas caprichosas y palaciegas, honrando el origen del universo, la soberbia de su existencia, y el respeto y equilibrio que emana. Me dio gusto saber de ti, espero que tú también te hayas alegrado de entender esto que te he transmitido. Sursum corda.
 
 

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