lunes, 3 de mayo de 2010

... Nada fue ex profeso.




Bien, de nuevo estás ahí, donde te dejé la última vez, sí, en el firmamento; allí quedaste cuando te negué. Bueno, aquí estoy de nuevo, entre basura y concreto, rumbo a casa. Son otra vez las tres de la madrugada y tú riendo allá arriba, jo.

Lo que sigue después de un zumbido de la esporádica aparición de un carro es caminar entre sombras y un apocado alter ego que no sabe por qué está en esta situación: Quizás sea el fantasma que no vive todavía, una sombra citadina que vaga por la noche entre luces y ausencias, del sigilo del peligro y el llanto de la marginación.

Te pregunto por tu sonrisa, qué es lo que la amerita, y me respondes que lo más hermoso de ser humano es tener tantas facetas en la mente y no tener nada entre las manos. Ese tipo de bajezas, continúas, son algo único, pero tan torpe.
Pasando debajo de los puentes se puede ver mi sombra alargándose en las paredes por efecto de la luz de los faroles de un auto, el fulgor de los señalamientos, los iluminados locales y sus anuncios, revive el color de las bolsas tiradas en la calle con dicha luz.

¿Qué diablos haces aquí?... En realidad sólo camino como parte del recorrido nocturno que tiene la vida, puedo andar entre esos raros y amorfos entes de la noche. La ciudad nunca duerme. Antes mis pies sólo quedan gemidos de arrebatos, de pasiones sin intereses. Viejos y lóbregos lugares habitan la ciudad, suburbios rematados al centro por una historia de rencor y guerra, de apologías y falsos cultos. Bajo mis pies y mis pisadas, yacen ídolos aplastados, deidades humilladas; pesadas masas que fueron arruinadas para dar paso al trangesor, al forjador inmortal inmanente. Arriba de ellos, estamos nosotros: Los que nos negamos, los que llegaron tarde a la repartición, los que llevan careta por delante, los que enterramos nuestro pasado sin descubrir nuestro sino.

Hoy nos toca descubrir este sino. Después de todo, "tender is the night", dice
Fitzgerald.

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