
¿Qué fue lo último que escribiste? ¿Puedes evitar comenzar a escribir con una pregunta? ¿Alguna vez has tratado de no contradecirte?
¿Por qué siempre los demás dicen que intentas imponer tu opinión? ¿Cuándo te vas a responder una sola de la preguntas que te planteas?
A la entrada del templo estás tú. Me he detenido para observar los detalles que te envuelven, aunque no todos los pueda reproducir en mi mente después. Dos columnas sostienen sobre sí un arco rematado con cabezas de serpientes; los muros son de piedra; el piso es de tierra. Dentro hay un patio; puedo ver un pino al centro de éste que te brinda sombra suficiente.
Por fin, decido caminar hacia ti, para verte de cerca y aspirar tu olor. Para sentir tu piel bajo el vestido: te gustan los colores radiantes, van contigo. El blanco de tus ojos resalta tus hermosas y profundas pupilas cafés. Tu pelo castaño flota con el viento. El grueso de tus labios me sugieren que te bese, pero decido esperar otro poco, para delinear tus mejillas rosadas y deleitar mi visión con aquella piel lechosa que asoma fuera del vestido: en tus brazos, la mitad de tu pecho, tus tobillos y las marmolescas columnas que sostiene tu cuerpo.
El momento es perfecto, sonríes, y me acerco a tus labios, no sin ver esos dientes tan alegres que asoman de tus fauces; pero... te desvaneces.
Una gélida ola de viento me sacude; sólo veo las ruinas de una capilla colonial, la maleza domina los suelos; estoy en el suelo, tullido, sin ver el rededor, uno solo de mis ojos ven parte del solitario escenario.
... Ya no recuerdo nada. Apenas puedo moverme, luego, me doy cuenta que traigo un par de aretes en el bolsillo izquierdo. Hay muchas hojas dispersas sobre el suelo, con esfuerzos, puedo distinguir una que lleva por título: "Memento Mori". Y sigue: "¿Qué fue lo último que escribiste? ¿Puedes...". No puedo ver más.
... Siento los ojos aletargados, en realidad no sé qué está pasando.
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