Mi mas reciente visita a la Escuela Nacional de Música resulto una total satisfacción. Había sido invitado por un amigo a un recital en el cual eventualmente se convertiría en la estrella de la tarde. Y aunado a esa invitación, tendría la oportunidad de ver a una chica que me llamo la atención cuando pisaba por primera vez tal recinto –eso ya hace algunos ayeres-. Sin embargo mi mala suerte ha sido tal que por cerca de dos años no la ví en mis visitas constantes a la escuela.
Llegue, como es costumbre en mi, a la hora señalada por el buen Edu. Me dirigí junto con Enkor –otro de los colaboradores aquí-, a la sala de audiovisuales para darnos cuenta de que aun no había nadie. Tomamos un programa. Observamos el orden, y nos dimos cuenta de que el nombre de Eduardo se encontraba hasta el final, por lo que decidimos dar un paseo.
Después de un considerable rato de estar sentados en a explanada, discutiendo de temas demasiado profundos, regresamos a la sala de audiovisuales para encontrar que Edu haciendo su rutina de calentamientos a un costado de la sala. Siendo todos unos caballeros, nos acercamos, saludamos y le preguntamos por su estado «Estoy nervioso güey, esta bien perra la que voy a tocar hoy» dijo. Empezamos a hablar como buenos valedores, mientras seguía con sus movimientos de calentamiento totalmente concentrado, cuando de pronto uno de sus “compañeros”, salio y le dijo que el maestro había dicho alga si: “Dile a Eduardo que apague su metralleta”, refiriéndose a los movimientos de calentamiento. El quedo impávido ante tal indicación y preguntó en un par de ocasiones mas, si eso había sido cierto.
Esto sirvió de pretexto para que dejara su calentamiento e hiciera mi pregunta «Oye güey, ¿No has visto a Evey?». Obviamente, y por razones que mantendré en secreto, no es el verdadero nombre.«Si güey, mira, ahí va». Pensé que seria una broma y estaba jugando conmigo. Pero al girar mi cabeza, me di cuenta de que era verdad. Ahí estaba Evey, al otro lado del pasillo. Por lo que la seguimos con la mirada, hasta que entro a su salón. La hermosa proyección en la reflexión de la luz.
Al tener que ir a calentar a otro lado. Decidimos que seria conveniente irnos a un pasillo donde no causara disturbios. Ese lado, seria a un costado del salón de la delicada damisela. Al ir hacia el lugar elegido, Enkor y yo, nos detuvimos a husmear unos instantes en la pequeña ventana del salón. Ahí estaba, perfectamente sentada, llegando tarde a su clase, tratando de ponerse al corriente con los apuntes. Oh! Si, ya había inscrito su primer palabra en mi memoria poética. No hay vuelta atrás.
Por obvias razones, no podía estar pegado en la pequeña ventana de la puerta del salón mirándola todo el tiempo. Por lo que nos acercamos a Edu y lo escuchamos calentar, mientras nosotros jugábamos un par de juegos de cartas. transcurrieron unos minutos de total nerviosismo para Edu, no se podía contener ni concentrar. Así que, lentamente y haciendo una parada mas para ver tal perfección, nos acercamos a la sala de audiovisuales.
Entramos, y como es costumbre, no había mucha gente. Nos sentamos en los asientos mas cercanos que encontramos para no causar molestia a las personas presentes. Esperamos a que subiera Edu. El publico lo recibió con un fuerte aplauso. Tomo asiento. Se presento. Trato de concentrarse. Tomaba la distancia de sus dedos a lo largo de la guitarra. Hacia una ultima afinación. Se movía su larga y ondulada cabellera. Atrás y adelante. Concentración máxima. Los nervios al máximo. Silencio absoluto. Y así, empezaron a sonar los primeros compases de Un tiempo fue Itálica famosa, de Joaquín Rodrigo. Iba avanzando la pieza y se le escuchaba mas seguro el ataque de las cuerdas. Las atacaba furiosamente cuando debía y con sutileza cuando debía, dándole una magnitud esplendida al sonido, que cada vez te envolvía mas y mas en una serie de emociones que solo la música te puede dar (El vibrar de las cuerdas se confundía con el latir de mi corazón por mi amada Evey.). Edu hacia gala de sus habilidades, no solo porque tocara partes rápidas, sino porque con el balance entre lo rápido y lento, entre lo estridente y sutil, entre el blanco y negro, te creaba un mundo aparte. Y, así, lleno de emociones y sensaciones, llegamos al final de la pieza, con una serie de armónicos que terminaban por destruir tu cerebro de ver tantos colores en un mismo espacio.
Y después de este mundo tan complejo dibujado por una guitarra, aunque algunos puede que los duerman, llego el maestro a dar las gracias y demás gilipolleces obligatorias. Salimos de la sala de audiovisuales y los presentes le empezaron a lamer las bolas por esa destacada actuación. Por lo que deje que alimentaran el ego y fui a observar una vez mas a Evey, concentrada en el pizarrón. Minutos después saldría de su salón y nuestras miradas se encontrarían. Viaje hasta lo mas intimo de su ser y me quede pasmado. El bello momento se vio arruinado por un par de estupidos, que de belleza no entienden nada, e interrumpieron el juego de miradas.
Mi labor en la escuela había concluido, y había resultado todo perfecto. Me despedí de mi amigo Edu y de Leo –pianista, que estuvo presente en el recital-, me pidió mi opinión. Se la dije. Enkor hizo lo mismo. Nos dijeron que si los queríamos ver ensayar, lo cual le dimos algo de posibilidad, pero sabiendo los cuatro de que no iba a ser así. Tomamos nuestras cosas. Nos halagamos y nos retiramos.
Dos días después, entraría en una terrible depresión, de la cual aún no he salido.
Querido amigo, tus palabras me transportan al instante en que tuvieron lugar todas las sensaciones que describes. En momentos como esos uno se encuentra tan ensimismado, que no se da cuenta de todo lo que pasa alrededor. Gracias por esta magnífica reseña, no únicamente de un recital, sino de todo un gran día. Gracias por haberme acompañado, y me alegro que no sólo haya servido el momento para apreciar una gran obra, sino dos, una de Joaquín Rodrigo, y otra de ... no sé quién... me refiero a Evey. (you know what i mean)
ResponderEliminarPor cierto, la palabra damisela un tiempo fue entendida para referirse a una "mujer de la vida fácil" jajaja, así que ...
Edu.
Pues ni es tan magnifica, pero que bueno que te gusto. Espero mejorar para la proxima. Ademas de que tanto el recital como Evey, hacen que esto se vuelva mas facil, ya que se trata de dos cosas que me encantan: la musica e Evey.
ResponderEliminarY gracias por el dato de damisela