jueves, 16 de septiembre de 2010

Desayuno un Sábado por la Mañana




Sábado, cuatro treinta de la mañana. Suena el despertador. Se escucha la melodía Unravel de Oceansize en las bocinas de dicho aparato. El tipo en la cama se despierta. Observa el reloj, y decide no apagarlo y que suene nueve minutos después. Cierra los ojos una vez más y trata de dormir.

Vuelve a sonar el despertador. Se da cuenta de que los nueve minutos se los pasó pensando y no descansó. Apaga el despertador. Mira el display que marca las cuatro treinta y nueve. Se acomoda en la cama de tal manera que queda sentado en ella. Las manos las recarga en el colchón y agacha su cabeza, mira directamente al suelo, cómo si ahí estuvieran las respuestas a sus preguntas. No entiende porque despertó melancólico.

Por fin decide ponerse de pie. Busca sus tenis y se los pone. No hay necesidad de vestirse, ha decidido salir a la escuela con la misma ropa con la que durmió. Va hacia el baño. Orina. Se lava las manos y después la cara, piensa que eso será suficiente para borrar las marcas que cubren su rostro y evidencian que durmió de manera incomoda. Observa su rostro y se seca la cara. Sale.

Camina por el pasillo hacia la cocina. Entra y se dirige a la alacena. Abre la puerta superior. Toma dos frascos, uno del café y otro del azúcar, también toma un cono y una taza. Coloca todo sobre la base de la cocina integral. Abre la cafetera y coloca el cono. Abre el frasco con el café. Toma una cuchara del cajón que tiene en frente. Coloca tres cucharadas copeteadas en la cafetera. Cierra la parte del cono y abre la parte donde se coloca el agua. Se acerca hacia su garrafón y deja caer sobre la cafetera el agua, hasta llegar al numero ocho. Prende la cafetera y deja que haga su trabajo.

Abre el refrigerador y toma una baguette congelada. La mete al horno de microondas y lo programa. Dos minutos son suficientes. Mientras esta su desayuno, observa la obscura noche. Parece que es una madrugada tranquila. No se escucha gente en la calle, tampoco automóviles. Se siente solo en el quinto piso del edificio dónde se encuentra. Observa luces a lo lejos. No siente a nadie que se le pueda llamar amigo.

Se acerca al ordenador y lo prende. El horno de microondas suena. Va por la baguette. Después la lleva a la mesa, junto con una servilleta. Espera a que el café este listo. Otra vez vuelve a mirar aquella madrugada por la ventana. Se sigue preguntando porque se siente triste. No cree merecer tal desgracia.

La cafetera deja de hacer ruido, el café esta listo. Toma el recipiente del café y vacía lo suficiente para llenar la taza. Le pone una cucharada de azúcar. Y se va a sentar a la mesa, dónde el ordenador y la baguette lo esperan. Pone la sinfonía número cuatro de Arvo Pärt para acompañarlo. Revisa su correo por inercia, aunque sabe que no tendrá nada nuevo, hace cuatro horas cuando fue a dormirse lo revisó, y en realidad nunca recibe muchos correos. Para ser honestos, casi no platica con nadie, ni siquiera en Internet.

Por largos lapsos, se la pasa mirando la taza de café. Aun cuando no este mirando nada, y simplemente se pierda en la oscuridad del contenido de la taza. Come lentamente, y cuando termina, aún siente hambre. va por unas galletas para acompañar lo que sobra de la taza de café. Sigue comiendo.

Termina la Sinfonía número cuatro de Arvo Pärt. Han pasado treinta minutos aproximadamente. Su cabeza sigue dando vueltas. Piensa en si es verdad que siempre se engaña a él mismo. Ya no se siente a gusto en los lugares públicos y cada vez siente mas miedo al estar cerca de gente. Interactuar con la gente casi lo ha olvidado por completo.

En su chico noble, de buen corazón. Tal vez por eso sea demasiado incomprendido en el mundo de hoy, tan ajetreado y viciado por medios de comunicación. Respira lentamente, mientras sigue comiendo las galletas. El quinto piso no es tan alto, piensa.

El tiempo seguía pasando, y el momento de partir era inminente. Tomó el plato sucio y lo llevó al fregadero. Lavó todo lo que ensucio. Guardó todo lo que tomó, y lo colocó de igual forma.

El sol salía lentamente, a lo lejos se podía vislumbrar pequeños rayos de luz. Sentía como lentamente se iba muriendo dentro de si. Nunca le ha gustado la luz. Era un miedo terrible el ver luz a lo lejos, cortando a toda velocidad la obscuridad del universo.

Fue al baño y se lavó los dientes. Se miró otra vez al espejo, y cada vez que se observaba sentía más lejanos los momentos en los que alguna vez fue feliz, si es que lo fue, o tal vez sean una simple ilusión de haber sentido alguna vez felicidad. No puede estar seguro de lo que vivió. Se siente cansado y su mente es borrosa. Se siente viejo y sin ganas de seguir. Es sólo una pequeña parte de su cara la que puede ver. No pertenece ahí.

Va hacia su mochila y ordena sus cosas. Apaga el ordenador y lo mete a la mochila también. Va hacia la cocina y toma un termo. Vacía lo que queda de café en el. Agarra una barra para calmar el hambre en el transcurso del día. Cierra las ventanas y la puerta de los cuartos. Mira a su alrededor y trata de recordar si lleva todo lo necesario.

Abre la puerta para salir. Prende el ipod, sirve para dos cosas: una es para programar la música que escuchara en su trayecto, Harsh Final de Danny Saul. Dos, prefiere aún la pequeña luz emitida por el dispositivo que la lampara de cien watts en el pasillo. Baja.

Sale del edificio y se dirige hacia la estación del metro. Siente como si hubiera salido por primera vez al mundo exterior. Siente hasta su mas minima célula, mientras camina aquel largo camino. Todo lo que siente se va mezclando hasta que su mente se siente confundida. Camina a un paso, lo suficientemente rápido, para que la luz no lo alcance. Todavía quiere seguir mirando a la obscuridad por un rato.

Mientras camina, piensa porque sufre tanto. Trata de aterrizar los pensamientos y llegar a conclusiones claras. Trata de encontrar la respuesta de que fue lo que lo moldeo hasta llegar a ese punto de infelicidad. No sabe dónde perdió el camino o si alguna vez estuvo en el. Todo le parece trastornado y extraño.

En una esquina se detiene. Trata de concentrarse en su respiración. Cree entender que nunca podrá ser feliz otra vez. Enumera algunos puntos:

1. Desde que nació no encajo en el mundo.

2. La segunda señal debió de haber sido cuando, aun sabiendo que la vida seguía, sólo se remitía a los círculos de dolor.

3. La tercer señal debió ser cuando sintió que el mundo empezó a observar.

4. La cuarta señal es cuando dejó de sentir el cariño de su familia.

5. La quinta, debió haber sido cuando el sentido de pertenencia en este mundo había desaparecido.

6. La sexta señal fue cuando la estrella de la cual se sostenía, había dejado de emitir luz alguna.

7. La séptima fue cuando el respirar se la hacia mas tenso.

8. La octava fue cuando su único amigo le dijo que estaría mejor muerto.

9. La novena fue cuando el amor que le profesaba a una mujer no fue suficiente.

Terminó de pensar estos nueve puntos y siguió caminando. No miraba atrás. La luz lo alcanzaba. Mientras seguía caminando, sentía que se encontraba aún más consigo mismo. No había porque temerle a la obscuridad. Veía cambiar la forma de sus sombras, mientras alcanzaba su destino, mientras pequeños puntos blancos aparecían en aquella obscuridad.

Llego a la estación del metro, y en la luz se perdió.



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