sábado, 16 de marzo de 2013

La aurora (Ethos)



Volteé a ver el firmamento encontrándolo desgarrado, y vi la herida,  un montón de nubes penetradas por la aurora de la esfera sol, que dejaba asomar del otro lado el límpido vientre celeste. Cayeron entonces las ánimas del pretérito, todas de un golpe,  y se enterraron en el corazón oprimiéndolo. La luz cegó los ojos de los hombres que después de un luengo periodo de umbra y frialdad habían limpiado sus mentes y recuperado la fuerza y el deseo de volver a nacer en medio de una tarde gélida y luminosa. El fulgor de sus ojos tenía esperanza y felicidad. 

Yo me sostuve en una rodilla y lleve la mano al pecho, pensando en los días de verano e invierno, así como todas las estaciones, recordando muchas cosas y perdiendo la vista entre tantas ráfagas de las mientes. Era una muerte dolorosa  que no me podía derribar del todo, me mantenía inerte al momento,  entre una lluvia de meteoritos de luz que atravesaban la atmósfera de mi alma, impactando  y penetrando las capas más profundas, mandando a volar millones de fragmentos de la vida que yo retenía en mi fuero interno, liberando toda su energía y dejando una celebración de escombros regados por lo que quedaba de mi ser.

Estaba al centro de un patio, las ruinas y su silencio habían sido un delgado escudo que fue perpretado con gran facilidad. Fuera de ahí se escuchaba el murmullo y ruido propio de un tropel. Eran los hombres y sus mujeres, los niños, los ancianos y los jóvenes. Todos rebosaban en felicidad y , mientras tanto, yo me hundía y era profanado, arrebatado de mi fuerza y salud. La luz me ahogaba y sacudía mi alma como un ribete al viento. Nadie veía el cuerpo en posición inexorable en medio de aquel patio antiquísimo, resistiendo los embates de la aurora que por fin tocaba la superficie. 

Así estuve por más de 5 minutos, muriendo y sucumbiendo por dentro, y por fuera, sintiendo el calor y movimiento de la humanidad que vivía un acceso de euforia. La explosión en mis adentros fue instantánea. Siguió una onda de expansión de los recuerdos que por su peso y sujetos a la  fuerza de atracción de mi ethos volvieron a caer, fragmentados, dejando la oportunidad de erosionarlos o absorberlos para crear nuevos momentos. Después me cubrió una espesa neblina que me ocultó, me arropaba y cubría de la luz.  Por unos momentos me sentí tranquilo, así que respiré liberando un poco de tensión, aunque seguí en la misma posición sin moverme. Abrí los ojos esperando ver los miembros de mi cuerpo que me dieran la nueva de seguir físicamente vivo. Ahí estaba, yo, apoyado con el codo sobre la pierna y la palma de la mano al pecho: ya todo era diáfano.

Había yo esperado la muerte hace tanto tiempo y hoy por fin ha acaecido el momento. La luz se ha asomado y cae de forma constante a nuestros ojos. He recuperado el movimiento, y es que la escena que se ha dejado venir ha tomado a todos por sorpresa, por ahora lux aeterna vive en nosotros, ha abierto las puertas del cielo embadurnado de nubes suavemente dibujadas, la luz es bienvenida de vuelta para hacer crecer la esperanza recién nacida en los corazones de la humanidad.

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